El estado de conservación influye mucho
sobre el valor comercial de la alfombra. Los altos precios aceptables e
inevitables en una alfombra oriental "antigua" (o sea anterior al
siglo XIX) pueden encubrir en una alfombra vieja (hecha en el siglo XIX) o en
una moderna (posterior a 1900) deficiencias originales de estructura o la
escasa calidad de los materiales.
Una alfombra debería carecer de vicios
de origen que consistan especialmente en ondulaciones del tejido, deformaciones
excesivas de los lados, rizado de las orillas, así como de defectos derivados
de su utilización, agujeros, apolillados, remiendos mal hechos, manchas,
separaciones en las franjas, en los orillos y en los bordes, oscurecimientos,
etc.
Para obviar estos inconvenientes es
aconsejable tanto durante su empleo como durante su limpieza tomar ciertas
precauciones. En primer lugar es necesario no colocar la alfombra en un lugar
de paso continuo, no poner encima muebles o por lo menos muebles demasiado
pesados (y en este caso es indispensable mover con frecuencia la alfombra para
evitar que la zona sometida a un peso o a un roce continuo pueda desgastarse o
romperse), no dejarla expuesta a la luz directa del sol, que puede producir
oscurecimientos y alteraciones de color debidas a la distinta resistencia de
los colores a la luz. Finalmente, es necesario proceder a una continua y
cuidadosa limpieza de la alfombra.
Se tiene que cepillar diariamente con
cepillos adecuados o con la aspiradora, que tiene el inconveniente de arrancar
junto al polvo pequeñas partículas de lana.
La alfombra se debe lavar cada dos o
tres años. La mayor parte de las alfombras se pueden lavar en casa
sumergiéndolas en una tina de agua fría, en la que se haya disuelto jabón
neutro, aclarándolas y secándolas después perfectamente. De todas formas es
aconsejable confiar la alfombra a una casa especializada que puede reparar los
posibles desperfectos.
Los sistemas de lavado en seco con
productos químicos pueden servir sólo para la limpieza de la parte superior del
pelo y favorecen la concentración de la suciedad en el tejido del fondo que se
convierte en un terreno apto para el desarrollo de la polilla.
La conservación correcta de una
alfombra guardada durante períodos más o menos largos se consigue rociando la
superficie limpia con productos antipolillas (naftalina, alcanfor, benzol,
etcétera), o sometiéndola a un tratamiento moderno antipolillas de larga
duración. Después la alfombra se enrolla sobre sí misma, o sobre un palo si es
de grandes dimensiones, envolviéndola en papel de periódico y papel fuerte y
cerrando herméticamente los extremos.
Hay que guardarla en un lugar seco y
fresco. Algunas casas especializadas, que sirven también a particulares,
disponen para la conservación de alfombras de frigoríficos cuya temperatura
ambiente impide la vida de las polillas y la supervivencia de los huevos.
Para la restauración y consolidación de
alfombras desgastadas o agujereadas existen casas especializadas, y en algunos
grandes museos (Roma, Vaticano, Munich, Lyon, etc.) hay laboratorios
especialmente organizados para la conservación y restauración de tejidos
(tapices, telas, alfombras).
Elena
Parma en Las técnicas artísticas.
Manuales
Arte Cátedra. Madrid 19971997 (9ª ed.). pág. 402
Restauradora
de Obras de Arte, Alba Lucía Guerrero O .Julio 2009
Coord.
Tom Rodríguez Fundación Red de Arte Estado Trujillo
Restaurador
– Conservador Antonio Avendaño. Museo Salvador Valero de la Ciudad de Trujillo
Investigación:
Carlos Rodríguez Arrieche Pintor – Restaurador de Pinturas a Caballete
Carache
Estado Trujillo Venezuela 2009
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