martes, 15 de mayo de 2012

El tejido: Conservación y restauración



  Las fibras de origen animal contienen queratina y las de origen vegetal, celulosa. Las telas, al ser de naturaleza orgánica, son objeto de los ataques de polillas y parásitos a los que favorecen determinadas condiciones ambientales, como exceso de humedad, falta de ventilación, etc. Sin embargo, en contacto con metales que se corroen, las telas se conservan porque la corrosión es esterilizante (hallazgos arqueológicos).
        Antes de determinar las operaciones de limpieza y restauración convenientes hay que analizar el tejido con una lente de aumento para establecer la naturaleza de las fibras, el urdido de la trama, la armadura, el tipo de tejido, el número de hilos de urdido y trama por centímetro, la presencia de parásitos, el añadido de labores, pinturas, bordados, piedras preciosas, metales, etc., la existencia de remiendos o de agujeros.
        Normalmente para la limpieza de una tela de museo se procede en primer lugar a su exposición a una corriente de aire no muy fuerte y a un cepillado suave para eliminar el polvo superficial, después se pasa al lavado en agua o en seco, según el tipo de colores, de la presencia de materiales heterogéneos, etc. Para el lavado con agua se utiliza agua destilada templada o fría (lana). En caso necesario se pueden añadir detergentes sintéticos apropiados (los que se encuentran en el comercio no se recomiendan porque normalmente contienen sosa, jabones, etc.) o un jabón líquido a base de potasio con aceite en una solución al 5 por 100 (preferentemente en el caso de los tapices). Para eliminar manchas de grasa se pueden añadir al agua algunas gotas de amoniaco. Si el tejido está coloreado es necesario primero probar la solidez de cada color. Si alguno no es sólido, hay que fijarlo sumergiendo toda la pieza en una solución de sal común y ácido acetatico al 5 y al 20 por 100, respectivamente. El tejido, colocado sobre una placa de cristal o de polietileno, se sumerge en un baño de agua corriente que se debe cambiar varias veces para eliminar cualquier resto de detergente. A continuación se procede al secado, primero escurriendo la tela, luego colocándola sobre materiales absorbentes (franela, etc.) y, finalmente, colgándolo en una habitación ventilada y calentada con lámparas de infrarrojos.
        Para limpiar tejidos delicados o revestimientos de muebles se emplea espuma de saponina, aplicándola sobre la superficie con un pincel.
        Para limpiar en seco tejidos que no resisten el lavado con agua se utiliza tricloroetano puro, o, si son demasiado delicados, dicloroetano. También se puede recurrir al lavado al vapor (seco o húmedo) para vestidos, restos arqueológicos, etc.
        Antiguamente los tejidos en malas condiciones se reforzaban cosiéndolos o pegándolos sobre una tela más fuerte. Hoy, con el descubrimiento de hilos sintéticos delgadísimos y adhesivos rápidos y reversibles, estas operaciones se han vuelto más fáciles y seguras. Para reforzar tejidos se adhiere el terilene en caliente con un adhesivo termoplástico (acetato de vinilo) pasando rápidamente sobre él un hierro a 80) de temperatura.
        Se aconseja conservar los tejidos en posición horizontal para evitar que se deformen y, para defenderlos del ataque de polillas y parásitos (sobre todo lana, seda, lino y algodón no suelen ser inmunes), aislarlos, una vez limpios, metiéndolos en bolsas de politeno a las que se ha añadido un insecticida (sólido o volátil). Además hay que conservarlos en un lugar fresco y ventilado, con aparatos especiales para controlar la humedad. Si se exponen, siempre por un tiempo breve, hay que regular la intensidad de la luz y proteger el objeto del polvo, esporas, etc., introduciéndolo en vitrinas de cristal.

Elena Parma en Las técnicas artísticas.
Manuales Arte Cátedra. Madrid 1997 (9ª ed.). pág. 380-382
Restauradora de Obras de Arte Alba Lucía Guerrero 2009
Investigación: Carlos E Rodríguez Arrieche 2012

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