Las fibras de origen animal contienen
queratina y las de origen vegetal, celulosa. Las telas, al ser de naturaleza
orgánica, son objeto de los ataques de polillas y parásitos a los que favorecen
determinadas condiciones ambientales, como exceso de humedad, falta de
ventilación, etc. Sin embargo, en contacto con metales que se corroen, las
telas se conservan porque la corrosión es esterilizante (hallazgos
arqueológicos).
Antes de determinar las operaciones de
limpieza y restauración convenientes hay que analizar el tejido con una lente
de aumento para establecer la naturaleza de las fibras, el urdido de la trama,
la armadura, el tipo de tejido, el número de hilos de urdido y trama por
centímetro, la presencia de parásitos, el añadido de labores, pinturas,
bordados, piedras preciosas, metales, etc., la existencia de remiendos o de
agujeros.
Normalmente para la limpieza de una
tela de museo se procede en primer lugar a su exposición a una corriente de
aire no muy fuerte y a un cepillado suave para eliminar el polvo superficial,
después se pasa al lavado en agua o en seco, según el tipo de colores, de la
presencia de materiales heterogéneos, etc. Para el lavado con agua se utiliza
agua destilada templada o fría (lana). En caso necesario se pueden añadir
detergentes sintéticos apropiados (los que se encuentran en el comercio no se
recomiendan porque normalmente contienen sosa, jabones, etc.) o un jabón
líquido a base de potasio con aceite en una solución al 5 por 100
(preferentemente en el caso de los tapices). Para eliminar manchas de grasa se
pueden añadir al agua algunas gotas de amoniaco. Si el tejido está coloreado es
necesario primero probar la solidez de cada color. Si alguno no es sólido, hay
que fijarlo sumergiendo toda la pieza en una solución de sal común y ácido
acetatico al 5 y al 20 por 100, respectivamente. El tejido, colocado sobre una
placa de cristal o de polietileno, se sumerge en un baño de agua corriente que
se debe cambiar varias veces para eliminar cualquier resto de detergente. A
continuación se procede al secado, primero escurriendo la tela, luego
colocándola sobre materiales absorbentes (franela, etc.) y, finalmente,
colgándolo en una habitación ventilada y calentada con lámparas de infrarrojos.
Para limpiar tejidos delicados o
revestimientos de muebles se emplea espuma de saponina, aplicándola sobre la
superficie con un pincel.
Para limpiar en seco tejidos que no
resisten el lavado con agua se utiliza tricloroetano puro, o, si son demasiado
delicados, dicloroetano. También se puede recurrir al lavado al vapor (seco o
húmedo) para vestidos, restos arqueológicos, etc.
Antiguamente los tejidos en malas
condiciones se reforzaban cosiéndolos o pegándolos sobre una tela más fuerte.
Hoy, con el descubrimiento de hilos sintéticos delgadísimos y adhesivos rápidos
y reversibles, estas operaciones se han vuelto más fáciles y seguras. Para
reforzar tejidos se adhiere el terilene en caliente con un adhesivo
termoplástico (acetato de vinilo) pasando rápidamente sobre él un hierro a 80)
de temperatura.
Se aconseja conservar los tejidos en
posición horizontal para evitar que se deformen y, para defenderlos del ataque
de polillas y parásitos (sobre todo lana, seda, lino y algodón no suelen ser
inmunes), aislarlos, una vez limpios, metiéndolos en bolsas de politeno a las
que se ha añadido un insecticida (sólido o volátil). Además hay que
conservarlos en un lugar fresco y ventilado, con aparatos especiales para
controlar la humedad. Si se exponen, siempre por un tiempo breve, hay que
regular la intensidad de la luz y proteger el objeto del polvo, esporas, etc.,
introduciéndolo en vitrinas de cristal.
Elena Parma en Las
técnicas artísticas.
Manuales Arte Cátedra.
Madrid 1997 (9ª ed.). pág. 380-382
Restauradora de Obras
de Arte Alba Lucía Guerrero 2009
Investigación: Carlos
E Rodríguez Arrieche 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario